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“Creo en el choque entre racionalidad e intuición”

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El curador holandés Krist Gruijthuijsen, director del KW Institute for Contemporary Art de Berlín, tiene este año a su cargo la sección Referentes. Conversamos con él sobre la influencia del teatro en su oficio, sobre la dificultad de programar con originalidad y sobre los retratos que presenta en ARTBO de cuatro generaciones de artistas modernos y contemporáneos en Colombia.

Por Carolina Ponce de León

Curadora. Fue directora de Artes Plásticas de la Biblioteca Luis Ángel Arango entre 1984 y 1994. Su libro más reciente es "Jesús Abad Colorado. Mirar de la vida profunda" (Planeta y Paralelo 10, 2015).

La sección Referentes de ARTBO explora obras de artistas que rompieron paradigmas en la historia del arte y que se han conver- tido, precisamente, en referentes del arte contemporáneo. Para esta edición, que celebra los quince años de la Feria, ARTBO invitó a Krist Gruijthuijsen, actual director del KW Institute for Contemporary Art de Berlín, a realizar la curaduría de esta sección histó- rica. Su propuesta se enfoca exclusivamente en el arte colombiano, y establece una red de referencias significativas que conectan las trayectorias de cuatro artistas de distintas generaciones, desentrañando así una visión histórica inédita del arte moderno y contem- poráneo nacional.

En una entrevista en Artnews, su interlocutor describió su práctica curatorial como “cerebral, con una tendencia combinada al conceptualismo y el minimalismo”. ¿Le parece correcta esa descripción? ¿Cómo aborda usted su práctica?

En primer lugar, siento que la gente siempre quiere meterlo a uno en un cajón determinado. Es cierto que tengo la tendencia a sentirme atraído por esos enfoques, pero tampoco quiero verme vinculado a ningún cajón específico. La verdad es que yo creo en la voz muy original de los artistas y siempre busco establecer un marco para que el artista pueda hablar de la mejor manera y comprender mi papel dentro de eso. No me limito a un medio o a prácticas específicas. Esto quizá tiene que ver con mi experiencia en el teatro, que a la vez tiene mucho que ver con el tratamiento de marcos y realidades, y con la idea de dirigir y formar conceptos y pensamiento. Entonces, sí me siento atraído por ese tipo de trabajo, que a menudo también es performativo. Pero eso no significa que esos sean mis límites de cómo veo a los artistas.

En términos de la curaduría, mi experiencia no viene únicamente del teatro, sino también de mi trabajo como artista, lo que genera una sensibilidad muy diferente. Yo creo en el choque entre racionalidad e intuición. Hay un cierto porcentaje de mi trabajo que ocupo en querer entender, pero luego dejo que hablen mis entrañas. Esto aplica también a los artistas con quienes trabajo, que siempre muestran cierto tipo de radicalidad en su posición al reflexionar sobre política y sociedad. A mí eso me atrae mucho.

Cuanto más tiempo opero en el campo del arte, más quiero evitar limitar el tipo de prácticas con que colaboro. Como bien se dice, la curaduría –curar– es “cuidar”. Desde una perspectiva amplia, lo que uno, como director de una institución, debe atender es buscar siempre el objetivo de presentar una plataforma para el llamado artista emergente, sea un artista muy joven o sea uno más bien viejo. Se trata de dar una voz a quien creemos que debe ser escuchado en un momento específico, a quien refleje los problemas que se consideren urgentes en nuestro entorno. Eso, en pocas palabras, es lo que defiendo.

Hoy usted dirige KW en Berlín, una ciudad que recibe cada vez más atención internacional, y anteriormente fue director artístico del Kunstverein en Graz, Austria. ¿Cuánto influye en sus proyectos la ubicación, es decir, la dinámica entre el trabajo internacional, local e institucional?

Es extremadamente importante, pero es algo que solo se puede aprender estando en el lugar. Yo tengo un bagaje específico de intereses personales que no se pueden evitar, de prácticas específicas en que creo. Cada vez que asumo un rol institucional, asumo a la vez una responsabilidad hacia el público, pero también hacia la ciudad. Entiendo la función de la institución, pero solo puedo hacerlo si realmente logro trabajar desde adentro. Cuando comencé en el KW, llegué con un programa basado en una perspectiva externa e ingenua para implementar cosas que creía que funcionarían. Ingenua en el sentido de que tenía una idea de la institución cuyo mando estaba tomando y una idea de la ciudad cuyo funcionamiento creía conocer. Y uno entra sin saber exactamente cómo funcionan las cosas. Artística, política y personalmente hay cosas que uno tiene que resolver. Siempre es difícil cuando una institución quiere que uno, al llegar, dirija un programa preestablecido, y ese fue el caso en KW. Uno llega con lo que sabe, con ciertos intereses, cierto tipo de artistas y cierto tipo de cosas que uno quiere llevar a un público más amplio.

Arcadia Teresita Gómez

Referentes cuenta este año con veintitrés artistas e intenta retratar de manera informal cuatro generaciones del arte colombiano, bajo los lentes de Beatriz González, Óscar Muñoz, Nicolás París y Adriana Martínez.

Como director del Kunst-Werke Institute for Contemporary Art (KW) de Berlín, Krist Gruijthuijsen ha curado exposiciones de artistas como Hanne Lippard, Ian Wilson, Adam Pendleton, Ronald Jones, Hiwa K y Beatriz González, entre otros.

El Kunstverein de Graz, la segunda ciudad más grande de Austria, tiene un público más pequeño y específico que el de Berlín, que es la capital de Alemania. Pero también es una de las capitales del mundo del arte, y estas exigen formas diferentes de comunicación, más allá, por supuesto, de que también se está comunicando en el ámbito global. Uno está hablando internacionalmente con un público que no es solo el visitante que está físicamente en el espacio, con personas en el campo digital o que se enteraron, en algún momento de su vida, que uno asumió un papel de liderazgo. Por lo tanto, hay diferentes tipos de responsabilidades que se aplican a cada institución que uno dirige.

Uno tiene que hundir los dientes en todos estos elementos para comprender realmente lo que se está programando, para qué y qué impacto tiene. Programamos no solo para los visitantes, sino tam- bién para los artistas. Estamos muy interesados en los artistas como público, en crear condiciones y contextos para que él, ella, ellos produzcan y presenten. La gente subestima la importancia interna que tienen la hospitalidad y la colaboración para que un proyecto sea exitoso y pueda comunicarse a un público más amplio. Son formas muy diferentes de compromiso.

Con estas ideas en mente, ¿cuál es el enfoque de su proyecto en la sección Referentes de ARTBO | Feria? ¿Qué desafíos encontró? ¿Son diferentes de los que se dan en un marco no comercial?

Sí, pero al mismo tiempo están muy entrelazados. No es que las ferias y las instituciones de arte sean de diferentes planetas. Están muy interconectadas. Una feria de arte no es inmediatamente un espacio para la crítica; lo puede ser, por supuesto, pero siempre está envuelta en una manta comercial.

Cuando recibí la invitación, y así se lo dije a la directora de ARTBO, María Paz Gaviria, quería mantener las cosas a un nivel muy personal. En cierto modo, en mi curaduría siempre hay cierta emoción: la pasión y la interacción humana, y la comprensión orgánica de cómo las cosas están conectadas y cómo se forman, comunican y publican las historias y las historias orales.

Hoy usted dirige KW en Berlín, una ciudad que recibe cada vez más atención internacional, y anteriormente fue director artístico del Kunstverein en Graz, Austria. ¿Cuánto influye en sus proyectos la ubicación, es decir, la dinámica entre el trabajo internacional, local e institucional?

Es extremadamente importante, pero es algo que solo se puede aprender estando en el lugar. Yo tengo un bagaje específico de intereses personales que no se pueden evitar, de prácticas específicas en que creo. Cada vez que asumo un rol institucional, asumo a la vez una responsabilidad hacia el público, pero también hacia la ciudad. Entiendo la función de la institución, pero solo puedo hacerlo si realmente logro trabajar desde adentro. Cuando comencé en el KW, llegué con un programa basado en una perspectiva externa e ingenua para implementar cosas que creía que funcionarían. Ingenua en el sentido de que tenía una idea de la institución cuyo mando estaba tomando y una idea de la ciudad cuyo funcionamiento creía conocer. Y uno entra sin saber exactamente cómo funcionan las cosas. Artística, política y personalmente hay cosas que uno tiene que resolver. Siempre es difícil cuando una institución quiere que uno, al llegar, dirija un programa preestablecido, y ese fue el caso en KW. Uno llega con lo que sabe, con ciertos intereses, cierto tipo de artistas y cierto tipo de cosas que uno quiere llevar a un público más amplio.

Rápidamente, se me ocurrió la propuesta de mantener la curaduría realmente pequeña y bastante cercana a mí y a mi comprensión de Colombia. Ni siquiera estaba hablando de América Latina. Preferí concentrarme en Colombia porque es la edición quince de la feria y porque me gustaría saber qué tipos de historias no están escritas. No me refiero a las de los libros, sino a las que se desarrollan al hablar con personas específicas, a través de diferentes ejes.

La exposición de Referentes que estoy presentando tiene unos veinticinco artistas e intenta retratar de manera informal cuatro generaciones de arte moderno y contemporáneo de Colombia, y cómo este se nutrió a través de cuatro artistas: Beatriz González, Óscar Muñoz, Nicolás París y Adriana Martínez. Esta selección es también personal, en el sentido de que he trabajado o me he encontrado con ellos y conozco sus diferentes capacidades. Ellos, entonces, han sido una base para que yo pudiera entender la escena artística colombiana.

Estos artistas han marcado su generación, y representan a cuatro generaciones. A través de su lente, comencé a rastrear referencias. Pedí referencias colombianas. Por ejemplo, le pregunté a Beatriz González, con quién tuve el placer de hacer una retrospectiva en el KW, entre otros, por las suyas y se refirió a una pintura específica de Botero. Luego nos pusimos en contacto con Botero, y él se refirió a los Quimbaya. Óscar Muñoz, por su parte, refiere a Miguel González, y Miguel González, a Fernell Franco. Así, un grupo de personas que se refieren a otras personas hace que los círculos se encuentren. Y así se construyó Referentes: como una red invisible de personas que han estado en diálogo entre sí en momentos específicos. Se trata de retratar generaciones que se miran y se inspiran mutuamente.

¿Qué sorpresas se llevó al trabajar en una visión histórica definida desde las perspectivas de los artistas?

¡Fueron tantas! Debo decir que siento que esto, al mismo tiempo, es egoísta porque recibí una invitación a trabajar en un programa institucional, pero lo hice a través de artistas que se refieren a artistas o a músicos o a escritores. Pensé que tenía una idea de Colombia, pero era más que ingenua. He encontrado prácticas nuevas, sorprendentes, de las que nunca he oído hablar. No solo mostramos artistas, también comunidades que han sido influyentes, o proyectos o libros específicos. Hay cosas que se verán de las que no estaba al tanto. Cuando termine, tendré una gran cantidad de información para profundizar mucho más. Para mí, este ha sido un curso acelerado y bastante fantástico de arte colombiano a través del lente de estos cuatro artistas.